lunes, 13 de septiembre de 2010

Soñando en un sueño soñé...

Dicen que hace mucho tiempo, un joven senderista que vagaba por el bosque, no supo encontrar el camino de regreso a casa y agotado tuvo que buscar cobijo en una cueva. Tras acomodarse y buscar algo que llevarse a la boca, trató de descansar pero el miedo y los sonidos del bosque no se lo permitían. Consumido por la impotencia y el cansancio, el joven no pudo evitar echarse a llorar. El eco de sus sollozos retumbaban en las húmedas paredes de la cueva y el desconsuelo del pobre muchacho hizo que las criaturas del bosque se apiadasen del senderista. Una luz intensa llamó la atención del joven y curioso, se acercó a ella con gran cautela.


- No te acerques más! - Se escuchó en la cueva - Soy el hada de los sueños, vivo en esta cueva desde hace más de 500 años y jamás había escuchado semejantes lloros! Si consigues calmarte y dejarme dormir, te concederé 3 sueños. Qué te apetece ser esta noche?


Sorprendido, el joven pensó que estaba perdiendo la cabeza, pero la cara de impaciencia del hada por irse a dormir hizo que se diera prisa; qué podía perder?


 -Esta bien, esta noche quiero ser un río, para poder desembocar en el mar y poder encontrar el camino a casa.


Al día siguiente contó su sueño al hada que esperaba expectante la reacción del joven.

-Fui río anoche - dijo-. A ambos lados, lejos tenía las riberas. No podía escucharme. Descubrí que el río siempre está callado, es un largo silencio que busca orillas, la tierra, para descansar. Su música cabe en tus pequeñas manos. Fue una lástima. No encontré el camino a casa, ni siquiera vi una sola sirena; siempre vi peces, nada más que peces. No me gustó ser río.

Decepcionada, el hada miró con una mueca al joven y le pidió que eligiera mejor sus sueños, ya que no estaba acostumbrada al fracaso.



- Esta noche soñaré que soy un árbol, y desde la copa podré ver mi casa.


Aquella noche el joven se acostó con una sonrisa, pues estaba convencido de que encontraría la vuelta a casa. Al abrir los ojos, vio al hada posada en su pecho, ansiosa por saber si su magia había surtido efecto.

- Anoche fui árbol - dijo. Tenía raíces hondas y muchos brazos como alas, pero no podía volar. Era un tronco delgado y alto que subía. Creí que caminaba, pero era el viento llevándome las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia. Siempre estaba inmóvil con las raíces ancladas a la tierra, y no pude ver mi casa. No me gustó ser árbol.


Desilusionada, el hada se dio media vuelta y murmuró:


- Ésta noche te concederé tu último sueño, asique ya puedes pensarlo con cautela pues no compartiré mi cueva contigo ni una sola noche más.


El joven meditó durante todo el día cómo podría aprovechar el último sueño y regresar a su hogar y cuando la luna se dejó ver en el cielo se dirigió hacia el hada:



 - Ésta noche soñaré que soy una nube y desde el cielo divisaré mi casa.






A la mañana siguiente, el joven se despertó con una amplia sonrisa. Al abrir los ojos, vio al hada posada en su nariz, más ansiosa cada vez, por saber si su magia le libraría del molesto muchacho.


- Anoche fui una nube - dijo. El cielo se extendía ante mis pies y el viento me mecía en su regazo. Mis lágrimas apagaban la sed y  muchos aclamaban mi presencia. Recorrí lugares increíbles y conocí escenarios insólitos. Pude aprender el camino a casa. Fue maravilloso ser nube.









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